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Artículo realizado por el Grupo de terapeutas y colaboradores voluntarios de la Línea de Escucha de la SPF

Artículo: “Putas e hijos de puta: Subjetividades disidentes”

Por: Patricia alcalde, Tatiana Paez y Viruca Bernardini

Revista “Entre Vínculos”

Disponible en la página web de la SPF

Ponencia presentada en Plenaria del X Congreso Internacional de la AIPCF (Asociación Internacional de Psicoanálisis de Pareja y Familia) 

Año: 2022

PSICOANÁLISIS DE PAREJA Y FAMILIA EN TIEMPOS DE CAMBIO

 

Tema: Desafíos de la clínica psicoanalítica de parejas y familias en nuestra sociedad contemporánea

Patricia Alcalde Tello

Viruca Bernardini Yori

Tatiana Paez Sanguineti

Maria Elvira Arias Schreiber Recavarren

Palabras Claves: Comunitario, solidaridades, dispositivo, familiar, psicoanálisis Vincular.

Sociedad Peruana de Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja y Familia – SPF

 

Abstract

 

¿Cómo hacemos familia?

Creando sentidos

 

En el presente trabajo buscamos reflexionar en torno a cómo la situación de catástrofe en el Perú, a partir de la pandemia que asoló económica, social y emocionalmente a nuestro país develando a su vez múltiples vectores de fragilidad, dio paso a la constitución de un grupo de atención y reflexión en nuestra institución. Este grupo vio como urgente implicarse en la construcción de dispositivos que, desde el principio ético de las solidaridades, se dispusieran al acompañamiento y escucha -por fuera de las paredes de nuestros consultorios- de poblaciones vulnerables que requerían espacios de reconocimiento, pensamiento en común, y construcción de herramientas que les permitieran hacerse cargo de las problemáticas y los sufrimientos por las que transitaban. Así nació la SPF Comunitaria.

 

Nos enfocaremos particularmente en la narración y análisis de las experiencias con tres de nuestros dispositivos de atención: el trabajo de intervención terapéutica con familias de un colegio en una zona marginal de Lima, dirigido a familias en situación de duelo a partir de circunstancias decantadas por la pandemia, familias en conflicto, maltrato etc. La Discusión Analítica de Casos -el DAC-; dispositivo de trabajo con tutores y maestros del mismo colegio para analizar y construir herramientas en el vínculo con los alumnos y alumnas, entre ellos, y con las familias, que viven situaciones de violencia y abandono. Finalmente, el trabajo que realizamos con un albergue en la sierra de nuestro país, donde se acoge a niñas víctimas de violencia familiar y sexual que se encuentran en estado de desprotección y abandono. 

 

Los ejes vectores de nuestras reflexiones serán, por un lado, la noción de dispositivo entendido como modo singular de intervención fuera del consultorio, que se construye a partir de las necesidades presentadas por los grupos que requieren nuestro acompañamiento. Por otro lado, la noción de ‘familias’ como un modo de entramado de grupalidades -que no necesariamente pasan por lo sanguíneo o el parentesco- y que estaría caracterizada más bien por principios de cuidado en común, capaces de  constituir subjetividades, dando lugar a espacios afectivos y potenciando transformaciones. 

¿Cómo hacemos familia hoy?

Creando sentidos

 

Tema: Desafíos de la clínica psicoanalítica de parejas y familias en nuestra sociedad contemporánea

 

“Hablar de la ternura en estos tiempos de ferocidades no es ninguna ingenuidad.  

Es un concepto profundamente político. 

Es poner el acento en la necesidad de resistir la barbarización de los lazos sociales 

que atraviesa nuestros mundos”

Fernando Ulloa

 

La Sociedad Peruana de Psicoterapia de parejas y familias (SPF) empieza a trabajar con dispositivos comunitarios desde sus inicios como institución, atenta a las demandas de crear espacios de pensamiento común que surgían desde distintos ámbitos de nuestra comunidad: primero, talleres con grupos padres y madres post adoptivos que transitaban por dificultades en el ‘armado’ del hacer familia. La propuesta de trabajo se decantó por la des idealización del vínculo familiar como un implícito -algo que sucede de manera automática- para pasar a pensar que, tal y como sucede con las familias biológicas, las familias adoptivas requieren trabajar también en la construcción de sus vínculos madre/padre/hijos. Luego, formamos parte de un trabajo con una comunidad de la selva central peruana, Aucayacu. El pedido venía de una organización civil y la expectativa era trabajar con la población, prioritariamente adolescentes, que vivían situaciones de caos, violencia e híper sexualización dado que sus padres y madres debían quedarse en los caseríos a trabajar mientras enviaban a sus hijos e hijas a la ciudad a estudiar. La intervención se realizó a través de programas de radio sobre temáticas sensibles para ellos: sexualidad juvenil, conflictos familiares, machismo, alcoholismo, entre otros temas. Finalmente, trabajamos en el armado de un espacio de atención a parejas, familias, vínculos, en una parroquia ubicada en Pamplona Alta, zona marginal de nuestra ciudad que se encuentra por debajo del llamado “muro de la vergüenza”, que separa a uno de los distritos más pobres de uno de los distritos más adinerados. 

Con la llegada de la Pandemia fue imposible continuar con este trabajo. Sin embargo, como parte de la asociación Psicólogos Contigo -colectivo de asociaciones psicoanalíticas que trabajábamos en Situaciones de Emergencia a través de abordajes de acompañamiento en salud mental- creamos un dispositivo al que denominamos ‘La línea de escucha’ que ofreció acompañamiento, apoyo y contención emocional telefónica gratuita a miles de personas afectadas por la Pandemia y las múltiples pérdidas vinculadas a ella. 

El Perú fue uno de los países más afectados por el COVID 19: registró la tasa de mortalidad per cápita más alta del mundo, que impactó sobre todo a las personas más desfavorecidas quienes no tenían acceso a servicios de salud -atención hospitalaria, pruebas, medicamentos, oxígeno-. Doscientas veinte mil personas murieron. 98 mil niños quedaron huérfanos, la tasa más alta en el mundo. Las escuelas permanecieron cerradas por casi dos años, por lo que los niños, niñas y adolescentes quedaron confinados en sus casas, lo que produjo un impacto en los vínculos familiares y la salud mental y emocional de sus miembros. 

Tras nuestra experiencia de trabajo por fuera de las paredes de los consultorios y el impacto a niveles de desastre que el tiempo de COVID 19 había dejado en nuestro país, consideramos fundamental implicarnos en la construcción de redes de soporte en salud emocional a nuestra población, quienes por lo general no tienen acceso a este tipo de servicios. Es así como nació la SPF Comunitaria. 

 

Los lineamientos que sostienen nuestras intervenciones parten de una profunda convicción en la necesidad de producir resistencias micropolíticas ante un sistema que constituye subjetividades atravesadas por las violencias -social, económica, racial, de género-. A ello se suma el abandono del Estado en las necesidades más fundamentales para la subsistencia, y una herencia histórica de desigualdades estructurales que se reproducen, condenatorias, a través de una estratificación grosera de privilegios para el acceso a los servicios de salud, educación, justicia y vivienda, perennizando marginalidades y desexistencias.

 

Por esto, nuestra propuesta de intervención se sostiene en la ética de las solidaridades, convencidas de que no hay víctimas que salvar desde nuestras cómodas posiciones jerárquicas, académicas, sociales o económicas; sino que formamos parte de una realidad en la que ciertas singularidades demandan una atención que nuestro entramado social actual no está siendo capaz de mirar, aún a pesar de su desgarradora evidencia. Y que se requiere una escucha, una mirada atenta desde la particularidad de sus condiciones concretas, ateniéndonos a hacer de la situación un encuentro que (nos) transforme. Sólo de esta manera lograremos componer una trama, allí donde se produjo un hiato como efecto de la indiferencia y la negligencia de quienes no se hicieron responsables, y que hacen al dolor, el sufrimiento y la discriminación. 

 

Pensamos en formular nuestras redes de intervención desde la noción de dispositivo, a partir de la propuesta de Foucault. Esto es, aproximarse al encuentro con el otro(a) no desde nuestros lugares fijos sino ‘cartografiando’, explorando los territorios por recorrer que nos ofrece la situación para lograr desplegar una perspectiva, una dimensión del pensamiento inédita que hace el campo a las transformaciones. 

 

¿Cómo pensar la terapia de familia y pareja en estos tiempos desde un enfoque comunitario? ¿Cuál es nuestra responsabilidad al acercarnos a trabajar con la comunidad? 

“Ser responsable es vivir una experiencia, habitarla en un espacio con otro, inventarla; se trata de operaciones del pensamiento” nos dice Puget. “nos lleva a hacer junto con”, es desde ahí donde partimos, construir lo común en oposición a lo propio.  Porque lo común es lo menos identitario, lo ajeno del otro. 

¿De qué manera escuchar, pensar a las parejas y familias, constituidas desde nuestras realidades, hoy? 

Consideramos, tras estas experiencias de trabajo en común, que requeríamos descentrar la noción de ‘familia nuclear’ impuesta desde la modernidad europea, ya que ella convoca un cúmulo de fantasías, expectativas, idealizaciones, que no decantaban en una materialización viable, o sostenible, en muchas de nuestras múltiples realidades. Ante la imposibilidad de ‘corporización’ del proyecto de familia ideal, las potencialidades del poder hacer en común vincular que cohesione, sostenga, acoja las subjetividades, quedaban invisibilizadas o interferidas. 

Concebimos -con Berenstein y Puget- el vínculo como “una entidad que exige trabajo, se trata de hacer algo que necesariamente descoloca de un posicionamiento narcisista a quienes lo habitan.  Pertenecer solo es posible en el contexto de la potencialidad del entre dos o más alteridades”.

El gran reto es pensar por fuera de lo instituido, construir funciones parentales sin ser familia, pensar con los maestros por fuera de la docencia, crear sentidos de vida con las chicas del albergue por fuera del abandono.

 

La SPF Comunitaria fue creada hace 1 año y medio. Somos un grupo de psicoterapeutas voluntarios y voluntarias que va creciendo día a día. Comenzamos 11, ahora somos 26. Actualmente tenemos 6 dispositivos funcionando.

 

Un albergue en Abancay

Abancay es una provincia ubicada en el departamento de Apurímac, en la Sierra Sur del Perú, donde el 74% de las mujeres han sufrido violencia psicológica de parte de sus parejas, y el 47.8% han experimentado violencia física o sexual.

El pedido que nos hacen llegar las religiosas que tienen a su cargo el albergue es puntual: “Las chicas a los 18 años tienen que salir del albergue, buscar lugares donde vivir, trabajar y, en su gran mayoría, vuelven a situaciones de vida de mucha violencia, situaciones crueles, “la encerrona trágica” como Fernando Ulloa la llamó “una situación de dos lugares sin tercero de apelación, sin luz, donde la víctima para dejar de sufrir o no morir, depende de alguien a quien rechaza totalmente y por quien es totalmente rechazado”

 

Estando nosotras en Lima y ellas en Abancay, trabajaríamos por zoom, una vez por semana. La propuesta es pensar juntas, conocernos, conocerse entre ellas, vamos encontrando que, aunque viven juntas y van al colegio no se conocen, no juegan, no conversan, nos cuentan que no son amigas.

Pensamos en estas 25 niñas – adolescentes, que viven en el albergue y que “ocupan” un espacio, pero no lo habitan. Sonia Kleiman nos hizo pensar en esta diferencia entre ocupar y habitar lugares. Ocupar alude a un rol instituido previamente, habitar crea sentidos. 

¿Cómo pensar las intervenciones?. Algunos conceptos de la teoría Vincular nos ayudan en eso: describir, alteridad, ajenidad, puro presente, lo ajeno del otro.

 

No dejan de pensar que falta poco para salir del albergue y ¿qué podrán hacer?. Sentimos la ferocidad de la realidad, estas chicas han estado expuestas a mucha violencia, agresiones sexuales, maltrato psicológico, pobreza extrema; por un momento casi se nos olvida. Juegan, tienen ilusiones, esperanza, algo se va produciendo, cuentan que una de ellas no es binaria, la miran con sorpresa. Hablan de otra chica que es agredida por su enamorado, se las ve muy preocupadas, nos preguntan ¿qué hacer? Pensamos juntas, como todos los viernes, estamos ahí. Sabemos que el problema está sin resolver, que faltan pocos viernes para despedirnos y nos desesperamos. Sin embargo, el registro de sus deseos, el haberse cuestionado y cuestionar a la compañera, el haber dado lugar a las historias que traían esperamos haya dado otro movimiento a sus vidas, un poquito de disponibilidad y de ternura en este mundo lleno de ferocidades.

 

Guida y Tatiana trabajan con el grupo de chicas de tercero y cuarto de secundaria; a veces seis, a veces siete chicas de entre 14 y 16 años. Desde hace algunas reuniones estamos haciendo el juego de las avatar: cada una creó un personaje a partir de una historia co-creada/co-imaginada. Han acabado sus estudios en distintos lugares del mundo, viajan, bailan, tocan violín, hacen música, tienen carreras profesionales que les apasionan: escritora, veterinaria, abogada internacionalista, minera siderúrgica. Construyen ilusiones que, vistas desde lo real, parecen fantasías imposibles. 

En una de nuestras reuniones Guida sugiere trabajar el tema de ‘la amistad’. Curiosamente, inician con un impase: dos de ellas discuten porque se perdió un usb donde guardaban música. Los reclamos, las quejas y las culpabilizaciones circulan entre todas ¿Quién tiene la culpa? El discurso de la culpa ha impregnado nuestro mundo afectivo y vincular, apropiándolo y cerrando la posibilidad de acercarnos a los conflictos de otros modos posibles. Nos preguntamos, les preguntamos ¿es importante quien tiene la culpa?, o ¿quizá podríamos pensar en un hacer juntas que salve la dificultad? Nos dicen que no son amigas ¿es eso necesario para un hacer en común? Les proponemos hacer un collage, de flores y plantas. Salen al jardín, algunas con menos ímpetu que otras por la actividad propuesta. Pero al regresar, se abocan al trabajo con pasión, unas pegan, otras diseñan, otras pasan los materiales. El armado final es un rostro femenino, con pelos amarillos de crisantemos y gladiolos, coronado por margaritas africanas lilas. 

Lograron hacer más allá del conflicto, más allá o más acá de una esperada o idealizada amistad. A veces, una manera de resolver un conflicto pasa por olvidarlo un momento y dar lugar a lo que pueden producir juntas, en un entramado que cohesiona y genera confianza. 

 

Ahora vamos a referirnos a dos de nuestros dispositivos, que en la práctica se entraman en perspectiva de multiplicidad, al pertenecer a una misma comunidad. Son los dispositivos de Intervención Terapéutica con Familias y del DAC Discusión Analítica de Casos. La solicitud fue hecha durante la pandemia por un Colegio de San Martin de Porres, parroquial estatal, que buscaban apoyo por los problemas cada vez más crecientes en las familias de los alumnos y alumnas, y en los profesores y profesoras.

En el trabajo desde los distintos dispositivos, asumimos, viviéndolo en la práctica cotidiana, que había una mayor inteligibilidad de las familias si se entienden desde un contexto más amplio. El poder implicarnos desde distintas ubicaciones, situaciones, cada uno con su lógica propia. Familias, colegio, profesores, terapeutas. La mayoría de las veces el mismo caso era llevado al DAC por algún profesor y a la vez era derivado al dispositivo de familias. Difícil separarlos y era una oportunidad de un pensar creativo.

El poder salir de la lógica binaria y ver que los diversos territorios no son separables, familia, colegio, sociedad, en una misma comunidad fue una posibilidad inédita. Singulares, heterogéneos, no homogéneos. Vivirlo y pensarlo desde las Lógicas Superpuestas propuestas por Janine Puget. Ver como las lógicas se hibridan se mezclan se mestizan. Se crea algo nuevo. Fuimos viviéndolo en las distintas intervenciones, cómo una misma familia se ampliaba, cambiaba, desde cada uno de los dispositivos, ninguno hegemónico, distintos. 

Nuestras intervenciones son focalizadas desde lo vincular, intervenimos desde el entre, la hospitalidad, la ajenidad, la historización, la incertidumbre. Nos aproximamos a las familias, al colegio, a los profesores, como tejiendo un puente, como los que hay en los pueblos del Perú, hechos por la propia comunidad como la única forma de pasar, de trasladarse, de cambiar, de ir.

Nos encontramos con familias de la pobreza que se reconstituyen para sobrevivir. La mayoría de ellas y los mismos profesores que son de la zona viven en casas independientes pero multifamiliares, como muchos en el Perú, comienzan con una invasión del terreno y van construyendo sus casas una encima de la otra, en edificios precarios. 

Uno de los primeros casos que nos fue derivado fue el de la familia de una niña de 8 años que se aislaba, casi no hablaba -las clases escolares eran dictadas por vía virtual- la profesora señala que ha cambiado, se preocupa. Dicen que la familia está en duelo por la muerte del abuelo. Se evidencia una familia extendida con una abuela materna violenta -que murió 3 años antes- y un abuelo paralizado frente a ella y los abusos que ella cometió con su hija y nietos, lo que es difícil de procesar por la familia entera. La tía de la niña que vivía en el piso de abajo fue víctima de feminicidio. Con el transcurso de las sesiones hablaron, dibujaron y sacaron afectos guardados. Esto les permitió cambiar la manera de vincularse. Se reían, conversaban, comenzaron a ser capaces de disfrutar la vida. 

Fuimos creando un espacio para pensarse, para sentirse, ir viviendo poco a poco la posibilidad de cambiar la precariedad de la deprivación emocional para construir una forma de producir otros sentidos posibles. 

Todo esto nos llevó a potenciar la vida, los recursos, los vínculos, resonando en los voluntarios la confianza en el cambio, en nosotros, con alegría de saber lo que la vida nos hace hacer posible, de ser capaces de pequeñas acciones transformadoras, que nos convierten en otros y nos contactan con la vida, con la muerte. Seguiremos armando esta doliente y hermosa trenza desde la reciprocidad. Seguiremos trenzando el puente.

Lo que han narrado mis colegas son algunas pinceladas de lo que hemos producido con las poblaciones que requerían de nuestro acompañamiento y escucha, poblaciones que requerían con mayor urgencia espacios de reconocimiento y construcción de herramientas que les permitieran hacerse cargo de las problemáticas y los sufrimientos por las que lamentablemente transitan. 

Es por ello, como ya se ha dicho, que decidimos como institución armar un grupo de reflexión para pensar juntas y juntos la mejor manera de intervenir. 

La pandemia del COVID 19, por imprevista, nos descolocó de nuestras posiciones cotidianas, y fue un hecho que, en nuestro caso, consideramos produjo un acontecimiento: la SPF comunitaria.

A un año de la partida de Sonia Kleiman y a dos de la partida de Janine Puget, ambas maestras, amigas, mujeres amorosas y amadas, sentimos que hoy más que nunca nos acompañan. Sus teorizaciones abren caminos inesperados para habitar los vínculos en un Perú donde las marginalidades son amplias y dolorosas y el cuidado no pasa por un Estado que protege, sino por el armado de redes y vínculos que nos permiten sentirnos apoyados y apoyadas. Es esta la concepción de hacer familias que contruimos en el camino y que guía hoy nuestros dispositivos e intervenciones. 

En el último Congreso de la AIPPCF Janine nos regaló una de sus más hermosas ponencias, queremos terminar nuestra presentación con una frase de ella…

Tal vez consigamos ir abriendo rendijas o tomar en cuenta las que ya hay para dejar entrar algún aire nuevo, así como percatarnos de las influencias de moléculas invisibles… aceptemos que las ventanas y paredes están hecho añicos y han perdido su función protectora tan anhelada en la vida (..)

Cuanto trabajo nos lleva metaforizar el mundo exterior”




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